Comentario
Con lo que ya se lleva sugerido se preguntará al lector en qué medida la Alhambra que hoy se visita coincide con la Alhambra de los sultanes nazaríes, o, lo que es lo mismo, si el estado actual de la Alhambra responde auténticamente a la Alhambra nazarí.
La respuesta a esta cuestión inquietante no es sencilla, pero puede adelan tarse que la Alhambra, como cualquier otro conjunto monumental histórico, ha sufrido a lo largo del tiempo una transformación permanente, por lo que una breve alusión a la historia del monumento y su crítica de autenticidad resulta asimismo imprescindible para una correcta comprensión.
Para comenzar es necesario anticipar que durante el período nazarí (1238-1492) el aspecto de la Alhambra varió considerablemente y ello no sólo porque los diferentes sultanes constructores iban modificando su apariencia con demoliciones y nuevas edificaciones, sino porque se pueden diferenciar tres conceptos distintos de edilicia a lo largo del período nazarí, que evolucionan progresivamente desde la arquitectura militar a la arquitectura palatina, como resultado de la evolución histórica del sultanato.
Por ello se sistematiza esta aproximación a la comprensión de la Alhambra en tres epígrafes: la Alhambra del siglo XIII, sobria y fortificada, de carácter puramente defensivo y militar, edificada por el sultán fundador Muhammad I, que se localiza en la alcazaba y en el recinto amurallado; la Alhambra ambivalente del sultán Yusuf I, que respeta externamente el carácter de fortaleza en sus edificaciones, pero transforma los interiores de las torres en palacios y moradas de lujo (torre de la Cautiva, torreón de Comares); y finalmente la Alhambra del sultán Muhammad V, en la que se apuesta abiertamente por una arquitectura palatina y de representación.
A la etapa nazarí de la Alhambra sucede a partir del 2 de enero de 1492 la etapa cristiana, que transformará profundamente el conjunto. Siguiendo el uso de la reconquista cristiana, los palacios nazaríes pasan a propiedad de la Corona, convirtiéndose en Casa Real (conocida como Casa Real Vieja a partir de la construcción del nuevo palacio renacentista del emperador Carlos V), la mezquita mayor se convierte en iglesia de Santa María, numerosos edificios se reparten entre la nobleza que había ayudado a la reconquista, nombrándose alcalde a don Iñigo López de Mendoza, conde de Tendilla y marqués de Mondéjar.
No se trata, pues, sólo de los edificios de nueva planta mandados edificar por los reyes cristianos, en particular por el emperador Carlos V (la puerta de las Granadas, el pilar, el cuarto del Emperador, el palacio), a los que seguirán otros en el tiempo, sino de las numerosas transformaciones practicadas en los monumentos nazaríes, como es el caso de la galería occidental del patio de la acequia en el Generalife, ordenada por los Reyes Católicos, o toda la reforma del Baño Real, encargada por el emperador, que ha sido cuidadosamente analizada por Jesús Bermúdez.
La Alhambra inicia, a la vez que un proceso de cambio, un no menos importante proceso de deterioro, ya denunciado en un informe del arquitecto Juan de Minjares, elevado al rey Felipe II hacia 1587, en el que se ponen de relieve los excesivos reparos que hay que realizar en los Cuartos de Comares y de Leones, causados por el abuso de las visitas que permiten la codicia de los alcaides.
Pero con ser importantes estas modificaciones, que van detectando pacientemente los estudiosos con ayuda del valioso Archivo de la Alhambra, ha resultado más deformante para la comprensión del monumento, según ha denunciado el eminente arabista García Gómez, la costumbre cristiana de dividir el conjunto monumental, que tenía carácter unitario y global, en Cuartos o palacios (de ahí los palacios de Comares y de Leones), cuartelando lo que era uno en época nazarí. En definitiva, el uso cristiano de la Alhambra ha contribuido a deformar la comprensión del conjunto monumental, al considerar con carácter aislado e independiente lo que tenía una concepción unitaria.
A todo este proceso de transformación del conjunto por los diversos usos a lo largo del tiempo hay que sumar las intervenciones restauracionistas y adornistas según la moda del siglo XIX, efectuadas por los Contreras, a las que ya se ha aludido anteriormente.
El siglo XX, con la ayuda de los estudios históricos y filológicos efectuados, así como de las prospecciones, catas y excavaciones arqueológicas, intenta paulatinamente devolver al conjunto de la Alhambra y el Generalife una imagen más auténtica y más aproximada a la forma, función y significado primigenios.
En este intento ha sido decisiva la actuación de Leopoldo Torres Balbás, no sólo por sus análisis y estudios sobre el conjunto, sino por su trabajo como arquitecto conservador entre los años 1923 y 1936. Torres Balbás frente a los criterios restauracionistas anteriores, ya muy suavizados en la actuación de Modesto Cendoya, se erige en defensor de la tesis conservacionista, es decir, de la teoría ecléctíca de la restauración conservadora y no mejoradora del monumento.
Carlos Vilchez ha estudiado meticulosamente las obras y reparos realizadas por Torres Balbás; sus conclusiones le llevan a afirmar que gran parte de la Alhambra no se conservaría en pie sin el paso por ella de este arquitecto-investígador-pedagogo y que la Alhambra más auténtica desde el punto de vista histórico es la de Torres Balbás.